DEL DIRECTOR

lunes, 5 de octubre de 2009


Si, pero no…
En la edición novena de EL TELÉFONO ROJO DE SOGAMOSO publicamos, en la sección “Ballestazos”, esta nota: Liberales en campaña. La elección de directorios del Partido Liberal en todos los municipios del país, que se llevarán acabo el próximo 27 de septiembre, es tarea que empieza a ponerse al rojo vivo. Se sabe que el ex senador Gustavo Lanzziano Molano ya inscribió dos listas. Una la encabeza el ex secretario del concejo municipal y padre del actual presidente de la misma corporación, Hugo Jairo Pérez Pongutá; y la otra encabezada por Álvaro Darío Becerra Salazar. Otro que jugará como candidato a integrar el Directorio Liberal de Sogamoso es el ex candidato a la alcaldía, Miguel Ángel García Pérez, quien, igualmente, trabaja con miras a suceder a Enrique Javier Camargo”.
La nota no tiene “el picante” que tienen todos los “Ballestazos” y cuando la hicimos jamás pensamos que íbamos a descubrir la calidad humana de un profesional que quiere dirigir las riendas de Sogamoso.
Por lo acontecido este parece ser el mayor pecado cometido en mis 39 años de periodismo. Lo cometí por no averiguar las profundidades de los odios que suelen darse entre los políticos, porque la mayoría de esos enconos suelen ser ficticias, hacen parte del circo en que sus actores se mueven pero, en la intimidad, los mismos se ríen de lo que hacen en público.
Jamás medí el grave daño que le causaría al abogado Álvaro Darío Becerra Salazar al haber informado –o mejor desinformado- que el ex senador Gustavo Lanzziano Molano, su amigo desde que apareció en la vida política de la ciudad y ahora –al parecer- su peor enemigo, fuera el patrocinador de la inscripción de su lista de candidatos a integrar el Directorio Liberal Municipal elegido el 27 de septiembre.
La gravedad del daño moral o social que le causé a Becerra Salazar lo medí en la noche del pasado 14 de septiembre, siendo exactamente las 8:16, mediante una llamada suya por celular, que duró tan solo 49 segundos, en vocabulario impropio de alguien que pasó con mérito reconocido por una universidad.
Públicamente, a través de este medio, quiero admitir que falté a una de las obligaciones propias del oficio: confirmar la veracidad de la información y, por ello, ruego al abogado Álvaro Darío Becerra Salazar su perdón por el daño político y moral que le ocasioné al presentarlo como dependiente o vasallo del abogado Gustavo Lanzziano Molano, su amigo de tantas jornadas políticas, a quien en el ejercicio periodístico he “tocado” en varias oportunidades pero, debo reconocerlo, en ningún momento él ha sido inelegante en sus reacciones.
Si bien mi petición de perdón es sincera, también es menester que al doctor Becerra Salazar le quede claro que yo no soy hijo de una mujer de vida silenciosa, para no decirlo en las palabras exactas utilizadas por este exitoso jurista. No, doctor Becerra, “este, hijo de...” y “viejo h…” es miembro de una modesta familia, bendecida en gran manera por Dios a través de una madre que dejó ejemplo de vida a sus hijos e imperecederas lecciones de respeto al prójimo, incluyendo en ellos a las prostitutas, a las que invitó a conocer a Cristo Jesús como su Señor y Salvador. Ella nos enseñó no una religión, por que la religión nos aleja de Dios, nos enseñó conocer a Cristo como el único camino para llegar a Dios. Mi madre aplicó en su vida y lo enseñó a sus hijos lo dicho por el apóstol Pablo en el capítulo 13 versículo 4 de la epístola a los Hebreos: “Honroso sea en todos el matrimonio, y el lecho sin mancilla; pero a los fornicarios y a los adúlteros los juzgará Dios”.
Sepa usted, doctor Becerra Salazar, que los periodistas estamos obligados a reparar los inexactitudes que cometamos en nuestras informaciones y lo sensato y decente habría sido solicitar, verbalmente o por escrito, esa rectificación y no atender una petición de ese tenor sería deshonrar el periodismo. Jamás olvide doctor Álvaro Darío Becerra, usted que quiere seguir presentando su nombre al examen de la opinión de los sogamoseños, que “la decencia y la pulcritud en la conducta –como dijo un político argentino- son el único lujo que el hombre no necesita comprar con dinero”.  Mi mano siempre estará presta a tomar la suya para sellar una amistad que no puede matar un enojoso episodio como este, que de todas maneras debe dejarnos una buena lección.

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