Sí, pero no…
Una
de las mejores muestras de que una democracia está viva es la participación activa de los ciudadanos en
las determinaciones que tienen que ver con el mantenimiento y
fortalecimiento del Estado y de sus instituciones políticas. El más alto grado de
democracia se da en un país cuando se facilita y se propicia la participación
de la ciudadanía en la toma de decisiones por parte de quienes dirigen las
distintas ramas del poder. La oportunidad de elegir y ser elegido, la
oportunidad de hacer que la justicia opere, acudiendo a mecanismos como los
referendos para aumentar la penalización de determinadas conductas o para
defender determinados derechos ciudadanos amenazados.
Y
todas esas formas de participación ciudadanas hay que defenderlas, pero lo malo
es cuando los mismos gobernantes al compás con los ciudadanos , las
debilitamos, las convertimos en un mecanismo para defender intereses
personalistas, como lo acabamos de ver en las consultas electorales que
permitieron, el pasado 27 de septiembre, a algunos partidos y movimientos
políticos elegir sus candidatos únicos a la Presidencia de la República o
elegir directorios departamentales y municipales, como se hizo en las toldas
del Partido Liberal.
Esas
consultas fueron más que un fiasco, un mentiroso ejercicio democrático, al
igual que mentirosos sus resultados en materia de votos. La mayoría de los
ciudadanos con derecho a participar en esas consultas populares las
deslegitimaron con su ausencia mayoritara de las urnas. Los elegidos como
candidatos a disputarse, con otros aspirantes más, el derecho a suceder al
presidente Uribe Vélez, o ser contendores de éste, si es que la reelección pasa
en la Corte Constitucional, alcanzaron un triunfo débil, pírrico. Se esperaba
una participación de 29.093.851 votantes
y solo fueron a las urnas 2.120.221.
Estas
consultas demostraron los desgastados y desnutridos que están los partidos y
movimientos políticos. Sus miembros son transeúntes, para no llamarlos
“voltiarepistas”. Son partidos sin
ideologías ni identidad, con supuestos jefes sin autoridad y soldados que no obedecen.
Las
pasadas consultas nos costaron a los colombianos más de 57 mil millones de
pesos, sin sumar a esta cifra el costo de la consulta conservadora prevista
para marzo del año próximo. Este ejercicio democrático exigió el nombramiento
de cerca de 15 mil supernumerarios, por el término de diez días.
El
resultado de esta jornada democratera es más falso que una moneda de 30 pesos,
pues no se oculta que militantes de otros grupos y partidos no liberales ni
polistas, entre ellos uribistas, “jugaron”, aprovechando que estas consultas
eran abiertas, votando por candidatos de estos sectores, por lo que los
vencedors no pueden hacerse ilusiones que ese total de votos alcanzados son
netamente liberales o de militantes natos del Polo Democrático. Lo mismo
aconteció con la elección de los Directorios Liberales Municipales o
Departamentales.
¿Por
qué no volver al sistema que antes
permitía a los partidos o movimientos elegir sus candidatos en convenciones
nacionales, mediante el voto de delegados que surgían de convenciones
municipales, y los elegidos en éstas participaban en las convenciones
departamentales y los en ellas elegidos llegaban a las nacionales con el
derecho de votar por el mejor de los candidatos. Este sistema no deja de ser
democrático y evita que se despilfarren cuantiosos miles de millones de pesos,
como dolorosamente ocurrió el pasado 27 de septiembre. Y lo que estamos
escuchando, sobre las pretendidas alianzas para escoger un candidato que se
enfrente al temido tercer periodo del presidente Uribe, falsearía más los
resultados aquí comentados, pues nunca antes los aspirantes a ser candidatos
únicos dijeron a sus electores: “al votar por mi, ustedes me están dando la
facultad de sumarme a la alianza que más convenga para derrotar a Uribe o a
quien él designe como el continuador de sus políticas”. Es decir, nuestros
políticos van de traición en traición hasta la traición final, con la ventaja
de que ellos jamás pierden. Quien siempre pierte es el pueblo, que aun sigue
eligiendo y reeligiendo por cuatro y cinco periodos a congresistas, abiertos
enemigos de la reelección del Presidente de la República, al igual que de
alcaldes y gobernadores, porque ven en éstos a futuros enemigos de sus
aspiraciones a terminar pensionados, recibiendo el mísero salario de
congresista. La política en Colombia es la mejor de las farsas. Sí, pero no
podemos seguir participando ni apoyando este juego siniestro.
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