Del Director

lunes, 19 de octubre de 2009


Sí, pero no…
Una de las mejores muestras de que una democracia  está viva es la participación activa de los ciudadanos en las determinaciones que tienen que ver con el  mantenimiento  y fortalecimiento del Estado y de sus instituciones políticas. El más alto grado de democracia se da en un país cuando se facilita y se propicia la participación de la ciudadanía en la toma de decisiones por parte de quienes dirigen las distintas ramas del poder. La oportunidad de elegir y ser elegido, la oportunidad de hacer que la justicia opere, acudiendo a mecanismos como los referendos para aumentar la penalización de determinadas conductas o para defender determinados derechos ciudadanos amenazados.
Y todas esas formas de participación ciudadanas hay que defenderlas, pero lo malo es cuando los mismos gobernantes al compás con los ciudadanos , las debilitamos, las convertimos en un mecanismo para defender intereses personalistas, como lo acabamos de ver en las consultas electorales que permitieron, el pasado 27 de septiembre, a algunos partidos y movimientos políticos elegir sus candidatos únicos a la Presidencia de la República o elegir directorios departamentales y municipales, como se hizo en las toldas del Partido Liberal.
Esas consultas fueron más que un fiasco, un mentiroso ejercicio democrático, al igual que mentirosos sus resultados en materia de votos. La mayoría de los ciudadanos con derecho a participar en esas consultas populares las deslegitimaron con su ausencia mayoritara de las urnas. Los elegidos como candidatos a disputarse, con otros aspirantes más, el derecho a suceder al presidente Uribe Vélez, o ser contendores de éste, si es que la reelección pasa en la Corte Constitucional, alcanzaron un triunfo débil, pírrico. Se esperaba una participación de 29.093.851 votantes y solo fueron a las urnas 2.120.221.
Estas consultas demostraron los desgastados y desnutridos que están los partidos y movimientos políticos. Sus miembros son transeúntes, para no llamarlos “voltiarepistas”.  Son partidos sin ideologías ni identidad, con supuestos jefes sin autoridad  y soldados que no obedecen.
Las pasadas consultas nos costaron a los colombianos más de 57 mil millones de pesos, sin sumar a esta cifra el costo de la consulta conservadora prevista para marzo del año próximo. Este ejercicio democrático exigió el nombramiento de cerca de 15 mil supernumerarios, por el término de diez días.
El resultado de esta jornada democratera es más falso que una moneda de 30 pesos, pues no se oculta que militantes de otros grupos y partidos no liberales ni polistas, entre ellos uribistas, “jugaron”, aprovechando que estas consultas eran abiertas, votando por candidatos de estos sectores, por lo que los vencedors no pueden hacerse ilusiones que ese total de votos alcanzados son netamente liberales o de militantes natos del Polo Democrático. Lo mismo aconteció con la elección de los Directorios Liberales Municipales o Departamentales.
¿Por qué no volver al sistema que antes  permitía a los partidos o movimientos elegir sus candidatos en convenciones nacionales, mediante el voto de delegados que surgían de convenciones municipales, y los elegidos en éstas participaban en las convenciones departamentales y los en ellas elegidos llegaban a las nacionales con el derecho de votar por el mejor de los candidatos. Este sistema no deja de ser democrático y evita que se despilfarren cuantiosos miles de millones de pesos, como dolorosamente ocurrió el pasado 27 de septiembre. Y lo que estamos escuchando, sobre las pretendidas alianzas para escoger un candidato que se enfrente al temido tercer periodo del presidente Uribe, falsearía más los resultados aquí comentados, pues nunca antes los aspirantes a ser candidatos únicos dijeron a sus electores: “al votar por mi, ustedes me están dando la facultad de sumarme a la alianza que más convenga para derrotar a Uribe o a quien él designe como el continuador de sus políticas”. Es decir, nuestros políticos van de traición en traición hasta la traición final, con la ventaja de que ellos jamás pierden. Quien siempre pierte es el pueblo, que aun sigue eligiendo y reeligiendo por cuatro y cinco periodos a congresistas, abiertos enemigos de la reelección del Presidente de la República, al igual que de alcaldes y gobernadores, porque ven en éstos a futuros enemigos de sus aspiraciones a terminar pensionados, recibiendo el mísero salario de congresista. La política en Colombia es la mejor de las farsas. Sí, pero no podemos seguir participando ni apoyando este juego siniestro.

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